El sol se escondía entre los edificios de la cada vez más oscuria ciudad Londinense, dando paso a una noche acogedora. Holmes tocaba el violín junto a la ventana mientras yo, aprovechando la agradable melodía, leía una novela policiaca que había encontrado esa misma mañana entre las cajas del trastero. Tras terminar su melodía, Holmes comenzó a observar atentamente a la ventana y, sin apartar los ojos, me dijo: —Watson, creo que tenemos un nuevo caso….— Antes de que pudiese responder, alguien llama a la puerta:— ¡Telegrama urgente para Sherlock Holmes!—. Abrí la puerta desconcertado y recogí el telegrama, intrigado por conocer su contenido. Sherlock cogió el telegrama de mis manos y comenzó a leer: «Sr. Holmes, por favor acuda a Santiago de Compostela STOP le agradeceríamos que nos ayudase a encontrar unas ocasiones de gol desaparecidas STOP Esperamos su asistencia STOP Y YA NO ESCRIBO MÁS». Ambos nos quedamos pensativos, sorprendidos por el misterioso telegrama que nos pedía urgentemente ir a Santiago de Compostela.
— ¿Unas ocasiones de gol desaparecidas?¿No le parece algo descabellado Holmes? —,
le pregunté. Holmes cogió el sombrero y su bastón y apoyando su mano en mi
hombro me contestó:
— Un nuevo caso de lo más extraño, Watson. ¡Vayamos a
Santiago de Compostela!¡No perdamos más tiempo! —.
Tras un viaje de avión, aterrizamos en Santiago de
Compostela en busca de esas ocasiones de gol desaparecidas. Tras preguntar a
los habitantes de la ciudad, nadie había oído hablar de dichas ocasiones. Nos
encontrábamos en un callejón sin salida, no conseguíamos ninguna pista. Holmes
propuso ir a tomar un té para despejar la mente, así que nos metimos en la
primera cafetería que encontramos y nos sentamos en busca de una salida a este
extraño caso. Entre sorbo y sorbo, una voz que venía de otra mesa nos preguntó:
— ¿Son ustedes los que está buscando las ocasiones de gol desaparecidas?—. Tanto
Holmes como yo nos giramos en busca de la persona que acababa de hacernos la
pregunta. Un hombre bastante corpulento y con unas gafas de pasta muy poco
cuidadas miraba fijamente hacia nosotros mientras con el dedo índice de la mano
izquierda trataba de sacarse un moco de la nariz. El tipo resultaba bastante
asqueroso, de hecho estaba sólo, y la gente procuraba apartarse de él. Una
camiseta azul y blanca que parecía ser de un equipo de fútbol marcaba
considerablemente su contundente barriga. El extraño hombre, tras ver que había
captado nuestra atención prosiguió:
— Las ocasiones de gol que están buscando desaparecieron en el Estadio Vero Boquete, nadie sabe que fue de ellas, pero el entrenador del Barco aseguró en rueda de prensa que sí habían estado presentes —.
— Las ocasiones de gol que están buscando desaparecieron en el Estadio Vero Boquete, nadie sabe que fue de ellas, pero el entrenador del Barco aseguró en rueda de prensa que sí habían estado presentes —.
Holmes, sorprendido e intrigado a la vez, le preguntó:
— Es decir, que hay unas declaraciones en una
rueda de prensa que confirman la existencia de las ocasiones. Por cierto, ¿con
quién estoy hablando?. —
— Llámeme Tortuga deplorable —, respondió el
extraño.
— Está bien..emm..tortuga…¿deplorable?, — comentó
sorprendido Holmes — ¿Me podría decir dónde se sitúa el entrenador de ese Barco?
La tortuga deplorable sonrió y prosiguió con la
conversación:
— No es un Barco, caballeros, es un equipo de
fútbol que proviene de un pueblo en el interior que se llama Barco de
Valdeorras.
— ¿En serio? — pregunté; — ¿Y porqué se llama Barco
si es un pueblo de interior? Resulta un poco incongruente.
— ¿Me ha visto cara de tener conocimientos sobre
la toponimia? — contestó irónicamente la Tortuga Deplorable.
Yo, sorprendido por su comentario,
negué con la cabeza. Holmes, aprovechando el desconcierto, se levantó,
agradeció a la tortuga deplorable la información y saliendo por la puerta me
dijo:
Tras unas horas de malas
carreteras, por fin llegamos a Barco de Valdeorras y aprovechamos para recabar información, pero tras preguntar a
varios nativos del lugar, no conseguimos sacar nada en claro sobre las ocasiones
de gol. Por otro lado, nos fue imposible hablar con el entrenador del Barco, ya
que su ayudante nos confirmó que «no habla del tema porque no le da la gana».
Tras horas de búsqueda, estábamos estancados. Holmes decidió tirar de
información audiovisual y consiguió ver el resumen del partido, en el cual,
tras verlo una y otra vez, no encontraba nada referente a las ocasiones de gol
desaparecidas. Fue entonces cuando Holmes leyó
un periódico con información al respecto y vio la luz:
— ¡Watson! Deje de buscar, porque
ya he resuelto el caso.
— ¿Ha encontrado una solución a
tal incógnita, señor Holmes?
— La he encontrado, Watson. Tras
observar toda la información referente a dicho caso he llegado a la conclusión
de que dichas ocasiones nunca han existido. Todo esto ha sido una pantomima de un
desgraciado que quería hacer burla con el tema.
— ¿Me está diciendo, Holmes,
qué todo esto se ha originado por una broma de mal gusto?
— Elemental, querido Watson. Así
que tan sólo he de aclarar a este desgraciado que ¡ME CAGO EN TOS TUS MUERTOS! ¡TE
VOY A REVENTAR LA CARA!
Ambos volvimos furiosos y
decepcionados con usted, maldito embustero. Aprovecho para escribirle esta carta y así pueda saber lo que nos ha hecho pasar con la bromita de los cojones. Espero que se sienta
orgulloso. Usted verá si lo quiere publicar o no, pero sinceramente no se lo
recomiendo, porque tomaremos medidas al respecto. Ah, y de parte de Holmes que
se vaya un poquito a la mierda.
Un poco amigable saludo,
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