Había una vez una pequeña colonia de ardillas que vivía en lo alto de un frondoso bosque gallego. Aunque antaño se enorgullecían de sus rápidos y ágiles movimientos entre las ramas, los años y los constantes embates de las ciclogénesis explosivas las habían vuelto precavidas. Ahora, en lugar de saltar de rama en rama con audacia, preferían acumular frutos y quedarse cerca del tronco, refugiadas en esa supuesta seguridad. La líder de la colonia, una ardilla veterana llamada Doña Permutina, insistía en que era mejor asegurar las provisiones que arriesgarse a buscar las mejores nueces al borde del bosque. "Es mejor perder una nuez que arriesgarse a caer", repetía con frecuencia. Sin embargo, las ardillas jóvenes empezaban a cuestionarse si esa estrategia, que les impedía alcanzar los frutos más dulces y les obligaba a vivir con nueces mediocres, no era en realidad un pasaporte al hambre lenta.
El partido del pasado fin de semana en Pontevedra fue una prueba contundente más de estas carencias. Cuatro goles encajados, aunque dos de ellos fueran casi en el descuento, volvieron a mostrar las costuras de un equipo inseguro. No es cuestión del número de defensas alineados ni del sistema táctico; el problema radica en una actitud que prioriza el "que no nos marquen" sobre el "vamos a marcar". Esta mentalidad condena al equipo a un fútbol defensivo y a una fase ofensiva que se asemeja más a un castigo para el espectador que a una propuesta de entretenimiento.
Sin embargo, y aquí está el meollo del asunto, la falta de gol del equipo no se resuelve con velocidad por sí sola. Los delanteros no participan porque no reciben balones. Incluso cuando el equipo logra llegar por banda, las conexiones con los puntas brillan por su ausencia. Sí, más velocidad podría añadir opciones en ataque, pero no solucionará el problema de base: un sistema que no prioriza generar ocasiones.
Y mientras tanto, en las oficinas del club, la información institucional sigue brillando por su ausencia. La lucha judicial entre el expresidente Kingteiro y la actual directiva, se ve cual zorro merodeando el nido de nuestras ardillas: generando incertidumbre sobre quién pagará la fiesta. ¿Será esta tormenta la razón de un presupuesto que parece cada vez más reducido? Certeza no existe, como tampoco los números del presupuesto para saber si éste mengua, pero sospechas, todas. El silencio institucional no solo no ayuda, sino que alimenta la especulación y la frustración de una afición que, como las ardillas jóvenes del bosque, se convence día a día de que hay formas mejores de hacer las cosas.
El próximo fin de semana llega el Fabril. En la ida, los de Coruña nos ganaron en otro partido para olvidar, pero ahora, con Markitos probablemente esperando su oportunidad desde el banquillo, los de Permuy tienen una nueva oportunidad para demostrar que pueden aspirar a más que a evitar el descenso. ¿Lograrán dar ese salto entre ramas, dejando de lado el miedo a caer, o seguiremos recolectando nueces insípidas cerca del tronco? Nos vemos en el Vero Boquete. ¡Hasta la semana!!!
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