Nunca me ha gustado llegar tarde a los sitios. No es que tenga una obsesión enfermiza con la puntualidad, pero la sensación de entrar en una sala cuando la película ya ha empezado, de aparecer en una conversación en la que todo el mundo parece saber algo que yo no, me genera un desasosiego difícil de explicar. Y sin embargo, este domingo, cuando el árbitro decretó el final del partido contra el Rayo Cantabria, sentí que llegaba tarde. No porque no hubiera visto el partido completo, sino porque la historia ya estaba escrita antes de que el balón echara a rodar.
El pitido final no solo marcó la derrota por 1-2 en San Lázaro, sino también el punto de no retorno para Permuy. No es que su destitución sorprendiera a nadie; de hecho, lo raro habría sido que continuara. Pero en la grada no había prisa por irse. Había un runrún evidente, una mezcla de indignación, frustración y resignación. Mientras los minutos pasaban, Permuy seguía sobre el césped saludando a los rivales, en lo que algunos interpretaron como un último adiós. Horas más tarde, la confirmación del cese despejaba cualquier duda. El técnico ya era historia.
A partir de ahí, se entró en una fase de rumorología. Que si la decisión ya se estaba cociendo desde hacía semanas, que si había un ultimátum en caso de derrota... Según Miguel, nada de nada, tras la mala segunda parte se dieron cuenta de repente que Permuy no valía, llamaron al primer entrenador del listín telefónico y tuvieron la enorme suerte de poder contratarlo. Aunque este fuera Luisito. Sí, el mismo Luisito compostelanista que, en su día, no tuvo precisamente actitudes amistosas hacia el Compos cuando se enfrentaba al equipo blanquiazul. La afición está dividida entre los que ven a un salvador con carácter de casa, y los que ven una traición imperdonable de la directiva.
Mi perspectiva no ha cambiado con respecto a Permuy, sigo teniendo claro que su salida era lo mejor para el equipo. Entiendo lo que intentó hacer tanto en la primera vuelta como en esta segunda, y sinceramente creo que podría haber funcionado. Pero los planes de juego no existen en el vacío, dependen de los jugadores que los ejecutan y de los rivales. Y el mayor problema de Permuy no fue tanto su idea de fútbol, sino su incapacidad para consolidar avances. En sus mejores días, su Compos llegó a jugar muy bien… durante quince o veinte minutos. Pero esos destellos eran insuficientes y demasiado esporádicos como para construir una identidad de equipo. En el fútbol, las intenciones
cuentan poco si no van acompañadas de resultados.
Con Luisito, el Compos opta por un perfil completamente distinto. Un entrenador de la vieja escuela, con carácter fuerte y una carrera irregular. Su trayectoria como técnico se ha desarrollado mayormente en Segunda B, con algún ascenso y varios fracasos en su historial. En sus mejores tiempos, llevó al Pontevedra a un playoff de ascenso a Segunda, pero en los últimos años sus números han sido discretos. Desde 2019, apenas ha dirigido 26 partidos oficiales, y sus últimas experiencias en el Arosa o Fabril no fueron precisamente exitosas. En cuanto a su estilo, ha usado el 4-2-3-1 como esquema principal, aunque no duda en cambiar de sistema si lo considera necesario. Eso sí, lo que nunca cambia es su intensidad desde la banda y su carácter explosivo. Su mejor registro lo alcanzó en la 2020-2021 con el Pontevedra logrando 1,43 puntos por partido, y 1,36 goles a favor de media, por 0,79 en contra.
Pero si algo genera división en su llegada, más allá de su rendimiento como entrenador, es su pasado. Luisito debutó como delantero en el Compostela en 1987, pero sus posteriores enfrentamientos con el club desde el banquillo dejaron heridas abiertas en parte de la afición. Para algunos, esto es agua que hay que dejar correr; para otros, una traición de la directiva al traer a alguien que, en su día, menospreció e incluso se burló del Compos. En cualquier caso, la realidad es que ahora está aquí, y su mayor reto no será solo mejorar los resultados, sino lidiar con un sector de la grada que ya lo coloca en el disparadero antes de empezar.
La decisión de la directiva, en mi opinión, deja mucho que desear por enésima vez. Se tardó demasiado en cesar a Permuy, se escogió un sustituto sin valorar del todo las consecuencias, y la sensación general es que más que un plan a largo plazo, esto es otro parche de emergencia cuando el agua ya llega al cuello. Puede salir bien, claro, pero el sueño cumplido de Luisito también puede terminar como tantas otras apuestas fallidas de los picheleiros.
Este fin de semana, el nuevo Compos de Luisito se estrena en Guijuelo. Veremos qué nos trae esta nueva etapa. De momento, lo único seguro es que la polémica ya está servida. ¡Hasta la semana!!!


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