Tras la puerta que había dejado atrás Samuel, había un bosque en el que destacaban muchos colores vivos,
todo tipo de pájaros cantaban mientras se paseaban de rama a rama. Un sendero
cubierto con un césped perfectamente cortado dirigía a Samuel hacia la casa que
tanto tiempo había estado esperando. La maldita casa donde se escondían los
miedos del protagonista, el lugar definitivo, el final del camino.
Samuel comenzó a correr, deseoso de entrar
en esa casa, ilusionado porque ahí estaba la solución a este cúmulo de
sinsentidos que se había encontrado el protagonista en ese maldito lugar. El fin
de la aventura estaba cada vez más cerca, el silencio de la locura acechaba la
mente del protagonista. La puerta estaba cada vez más cerca, Samuel iba a
llegar a ese punto de inflexión y se notaba, porque los nervios se iban
apoderando de él cada minuto que pasaba.
Y llegó el momento, Samuel abrió la puerta
con cuidado, no vaya a ser que se llevase una sorpresa, y nunca se pudo haber
imaginado lo que había dentro de esa casa….¡era el estadio Salapasidis!
El campo estaba abarrotado, el público
ocupaba numerosas localidades, pero en sus rostros se veía la tristeza, la
decepción; esas pequeñas lágrimas que se quedan en los ojos enrojecidos se
apoderaban de la mayoría de los aficionados. En el campo, destrozados, estaban
los jugadores, quiénes no podían mostrar su rostro ante tal situación. Entre
lloros y lloros, una voz surgió de los altavoces:
- ¿Los oyes?.
Samuel miró hacia la cabina en busca de una
silueta, algo que desenmascarase al speaker, pero no podía ver nada, estaba
demasiado lejos, así que mirando a la cabina le contestó:
- Te diría quien diablos eres y porqué estoy aquí,
pero después de lo vivido, sería una pregunta absurda que tendría una respuesta
todavía más absurda… así que te seguiré la corriente. Sí, los oigo, escucho los
llantos, los cuchicheos pedantes… Pero sobre todo, lo que más escucho es el
silencio, y eso es lo que más duele.
- Qué bonito te ha quedado… - Contestó el
speaker, - pero no, no me estoy refiriendo a ellos, me estoy refiriendo a los
otros.
Samuel mira alrededor del estadio, pero no
consigue ver nada más.
- ¿A qué te refieres? No veo nada más, sólo
dolor y angustia, dureza y tristeza, mucha decepción… Es que no hay nada más
que destacar en esta escena.
- Nadie dijo que fuera fácil – le dijo el
speaker – Siento decirte que has de estar aquí hasta que los oigas, ya que ese
es la primera prueba para superar tus miedos.
El tiempo comenzó a pasar y la terrible
escena que tanto había marcado a Samuel se repetía una y otra vez en un bucle
insoportable. Samuel miraba y miraba, pero no conseguía ver nada; la misma
escena una y otra vez, desde el fondo norte, el sur, en la tribuna. Samuel
había vivido la misma escena desde todos y cada uno de los rincones del
estadio, pero no conseguía ver nada.
- ¡Ya no puedo más! – gritó Samuel
desesperado - ¡He visto la misma escena no se cuantas veces, desde todos los
lugares posibles, y no he encontrado nada! ¿qué diablos pasa?¡Dime que cojones
tengo que hacer!
- Lo estás haciendo mal, te he dicho que los
oigas, no que los veas – contestó el speaker.
Samuel seguía sin aclararse.
- No te entiendo, estimado speaker. A ver, he
visto y oído todo lo que ha pasado durante horas, una y otra vez, pero no hay nada
¡nada!
- Cierra los ojos y escucha – contestó el
speaker, - déjate llevar por el sonido, por ese silencio del que has hablado, a
ver que sacas en claro.
Samuel cerró los ojos y comenzó a escuchar
lloros y sollozos. Escuchaba ese silencio tan duro que avivaba todavía más sus
miedos. No estaba funcionando, no estaba saliendo bien, todo iba cada vez a
peor.
- Lo siento, pero no consigo escuchar nada
más – comentó Samuel a Speaker.
- Si al final tengo que hacerlo yo todo… - le
dijo el speaker; - a ver, ciérra los ojos y recuerda ese triunfo del campeonato,
ese día que ganamos la liga ante el Choco, visualízalo…
Samuel volvió a cerrar los ojos y trató de
visualizar ese instante. Cuando por fin pudo alcanzar ese momento del pasado,
los lloros comenzaron a escucharse cada vez más bajos, y poco a poco se
escuchaba a un grupo de aficionados aplaudiendo orgullosos y gritando ¡COMPOS! Una
y otra vez; sólo al verles a ellos daba la sensación de que el Compos había
ganado, no había perdido ningún partido… Los gritos de ánimo se iban
apoderando del lugar y poco a poco los lloros iban desapareciendo.
- El aplauso – continuó el speaker: - ese
gesto símbolo del optimismo, del esfuerzo, del orgullo… eso que escuchas
Samuel, es el futuro, el momentos de la segunda oportunidad, lo que nos está
esperando, lo que te está esperando…
- Vaya – contestó Samuel cabizbajo. – Pues parece
que hubo muchos más aplausos de los que recordaba, parece que no todo fue decepción,
y que no existía ese silencio.
- No había silencio Samuel, simplemente no
supiste escuchar. Ahora ya vuelves a escuchar lo que realmente merece la pena,
ya hueles el optimismo perdido.
- Pues sí…. – contestó Samuel, - lo noto. ¿Ya
está?¿ya he vencido a mis miedos?¿eso es todo?
El speaker sonríe y continúa hablando:
- Mi querido Samuel, esto es sólo el
principio de uno de tus temores: el optimismo. Todavía tienes más miedos que
superar, y no te va a resultar fácil…
- Ya, claro, me lo imaginaba.. – ironizó Samuel.
– Iluso de mi. Bueno, pues nada, a por todas… ¡Vamos al siguiente, que estoy “on
fire”!
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