La Calle: Capítulo VII: El estadio Salapasidis (muy cerquita de la versión "chorras") - Blog SD Compostela EUJLEFG

miércoles, 15 de agosto de 2018

La Calle: Capítulo VII: El estadio Salapasidis (muy cerquita de la versión "chorras")


Tras la puerta que había dejado atrás Samuel, había un bosque en el que destacaban muchos colores vivos, todo tipo de pájaros cantaban mientras se paseaban de rama a rama. Un sendero cubierto con un césped perfectamente cortado dirigía a Samuel hacia la casa que tanto tiempo había estado esperando. La maldita casa donde se escondían los miedos del protagonista, el lugar definitivo, el final del camino.
Samuel comenzó a correr, deseoso de entrar en esa casa, ilusionado porque ahí estaba la solución a este cúmulo de sinsentidos que se había encontrado el protagonista en ese maldito lugar. El fin de la aventura estaba cada vez más cerca, el silencio de la locura acechaba la mente del protagonista. La puerta estaba cada vez más cerca, Samuel iba a llegar a ese punto de inflexión y se notaba, porque los nervios se iban apoderando de él cada minuto que pasaba.
Y llegó el momento, Samuel abrió la puerta con cuidado, no vaya a ser que se llevase una sorpresa, y nunca se pudo haber imaginado lo que había dentro de esa casa….¡era el estadio Salapasidis!


El campo estaba abarrotado, el público ocupaba numerosas localidades, pero en sus rostros se veía la tristeza, la decepción; esas pequeñas lágrimas que se quedan en los ojos enrojecidos se apoderaban de la mayoría de los aficionados. En el campo, destrozados, estaban los jugadores, quiénes no podían mostrar su rostro ante tal situación. Entre lloros y lloros, una voz surgió de los altavoces:
- ¿Los oyes?.
Samuel miró hacia la cabina en busca de una silueta, algo que desenmascarase al speaker, pero no podía ver nada, estaba demasiado lejos, así que mirando a la cabina le contestó:
- Te diría quien diablos eres y porqué estoy aquí, pero después de lo vivido, sería una pregunta absurda que tendría una respuesta todavía más absurda… así que te seguiré la corriente. Sí, los oigo, escucho los llantos, los cuchicheos pedantes… Pero sobre todo, lo que más escucho es el silencio, y eso es lo que más duele.
- Qué bonito te ha quedado… - Contestó el speaker, - pero no, no me estoy refiriendo a ellos, me estoy refiriendo a los otros.
Samuel mira alrededor del estadio, pero no consigue ver nada más.
- ¿A qué te refieres? No veo nada más, sólo dolor y angustia, dureza y tristeza, mucha decepción… Es que no hay nada más que destacar en esta escena.
- Nadie dijo que fuera fácil – le dijo el speaker – Siento decirte que has de estar aquí hasta que los oigas, ya que ese es la primera prueba para superar tus miedos.
El tiempo comenzó a pasar y la terrible escena que tanto había marcado a Samuel se repetía una y otra vez en un bucle insoportable. Samuel miraba y miraba, pero no conseguía ver nada; la misma escena una y otra vez, desde el fondo norte, el sur, en la tribuna. Samuel había vivido la misma escena desde todos y cada uno de los rincones del estadio, pero no conseguía ver nada.
- ¡Ya no puedo más! – gritó Samuel desesperado - ¡He visto la misma escena no se cuantas veces, desde todos los lugares posibles, y no he encontrado nada! ¿qué diablos pasa?¡Dime que cojones tengo que hacer!
- Lo estás haciendo mal, te he dicho que los oigas, no que los veas – contestó el speaker.
Samuel seguía sin aclararse.
- No te entiendo, estimado speaker. A ver, he visto y oído todo lo que ha pasado durante horas, una y otra vez, pero no hay nada ¡nada!
- Cierra los ojos y escucha – contestó el speaker, - déjate llevar por el sonido, por ese silencio del que has hablado, a ver que sacas en claro.
Samuel cerró los ojos y comenzó a escuchar lloros y sollozos. Escuchaba ese silencio tan duro que avivaba todavía más sus miedos. No estaba funcionando, no estaba saliendo bien, todo iba cada vez a peor.
- Lo siento, pero no consigo escuchar nada más – comentó Samuel a Speaker.
- Si al final tengo que hacerlo yo todo… - le dijo el speaker; - a ver, ciérra los ojos y recuerda ese triunfo del campeonato, ese día que ganamos la liga ante el Choco, visualízalo…
Samuel volvió a cerrar los ojos y trató de visualizar ese instante. Cuando por fin pudo alcanzar ese momento del pasado, los lloros comenzaron a escucharse cada vez más bajos, y poco a poco se escuchaba a un grupo de aficionados aplaudiendo orgullosos y gritando ¡COMPOS! Una y otra vez; sólo al verles a ellos daba la sensación de que el Compos había ganado, no había perdido ningún partido… Los gritos de ánimo se iban apoderando del lugar y poco a poco los lloros iban desapareciendo.


- El aplauso – continuó el speaker: - ese gesto símbolo del optimismo, del esfuerzo, del orgullo… eso que escuchas Samuel, es el futuro, el momentos de la segunda oportunidad, lo que nos está esperando, lo que te está esperando…
- Vaya – contestó Samuel cabizbajo. – Pues parece que hubo muchos más aplausos de los que recordaba, parece que no todo fue decepción, y que no existía ese silencio.
- No había silencio Samuel, simplemente no supiste escuchar. Ahora ya vuelves a escuchar lo que realmente merece la pena, ya hueles el optimismo perdido.
- Pues sí…. – contestó Samuel, - lo noto. ¿Ya está?¿ya he vencido a mis miedos?¿eso es todo?
El speaker sonríe y continúa hablando:
- Mi querido Samuel, esto es sólo el principio de uno de tus temores: el optimismo. Todavía tienes más miedos que superar, y no te va a resultar fácil…
- Ya, claro, me lo imaginaba.. – ironizó Samuel. – Iluso de mi. Bueno, pues nada, a por todas… ¡Vamos al siguiente, que estoy “on fire”!
- Vete a los vestuarios y lo sabrás… -  contestó el speaker...



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