Como hijo de un auténtico forofo merengón he mamado fútbol desde que nací, pero creo que nunca ha sido suficiente, siempre necesito más. Empecé de bebé con un biberón futbolero que perdí, cuando salí de la cuna me enchufé directamente a la televisión, ya algo más crecidito comencé a acudir a los campos y ahora de veterano no puedo ni desayunar sin las noticias de fútbol, el comunio, el topeleven y algunos otros juegos que ya abandoné por falta de tiempo. Me llamo @BokoCotón, soy futboladicto y echo de menos mi biberón.
Puede que uno no sepa cuando comenzó su adicción pero lo que sí sabe es cómo la sembró. En mi caso fue la curiosidad, la curiosidad por vivir un partido en la grada. Mi padre es un tipo peculiar al que el frío, el hedor de los sobacos y los gritos ensordecedores, le alejaron siempre de las gradas y los bares para acomodarlo en un sillón con su mando y su calefacción. De pequeño nunca me llevó a ver un partido al campo, pero yo disfrutaba de las veladas futboleras con sus historias de futbolista que alimentaban aún más mi curiosidad por asistir a un partido. Así pues, un día decidí huir de la falda de mi madre y acercarme a Santa Isabel. Fue idílico, casi religioso, estaba flotando en un mar de olores, sonidos y sentimientos desbocados cuando entonces ocurrió, “¡Niñooooo!! ¡Devuelve la pelota al campo más rápido!” ¿Cómo había podido estar tan ciego durante tantos años de visionado pasivo? Poder disfrutar del partido a pie de campo, poder ver a tus ídolos a escasos metros, ayudar a tu equipo controlando el tempo del encuentro y sentir la vibrante emoción del juego. Mi cara se iluminó y mis ojos lo vieron claro, cristalino, el Dios del fútbol me había escogido, tenía que ser… Recogepelotas.
Me esperaba una plena y fascinante y vida futbolística donde desarrollar mis mejores cualidades, la agilidad felina, la fuerza, la velocidad, la concentración y la serenidad. Tan sólo debía superar a mi competencia trazando un plan infalible, y viendo lo que había no parecía nada complicado. Visionando las pelis de Rocky entrenaría mi físico para superar a aquellos imberbes liliputienses incapaces de saltar lo suficiente para alcanzar el balón. Repasando mis cuadernos de Vacaciones Santillana podría superar fácilmente a esos enanos ineptos incapaces de calcular la fuerza necesaria para desplazar el balón a menos de 2 metros. Tampoco sería difícil acabar con los que van a buscar el balón que ha salido del campo antes de devolver el que tienen en las manos. Lo solucionaría pintandome una estrella en la mano para no olvidarme. Con los vídeos de yoga de mi madre podría potenciar mi concentración y así evitar estar más pendiente de mi ombligo que del juego. Con mi experiencia televisiva emularía a mis referentes del Atlético de Madrid lanzando el balón al campo cuando me lo ordenasen para frenar contras rivales. No tendría rival al oeste del Pecos. Esa banda de mingurrias chulitos desafiantes verían cómo mi monstruoso plan ultrasecreto dejaría a mis pies un puesto que por formación y experiencia me pertenecía… Si no fuera por él. El delegado de campo ese ser odioso que escoge a los recogepelotas de los equipos de la base. Ese valiente cobarde que se esconde detrás del cartelón con el que indica el descuento y los cambios. Ese mísero individuo que hundió mi plan perfecto y que acabó convirtiendo mi frustración en ira y a mí en un radical con acné. Fue mala época para mí la pubertad, una época seborreica y purulenta de la que conservo pocas cosas, casi todas entre lagunas de memoria, aunque sí recuerdo que ascendimos y que fuimos subcampeones de invierno. Ahora, ya veterano, he aprendido a controlar mi ira derivada de la frustración de no haber podido ser recogepelotas, pero eso no evita que piense que los recogepelotas del Salapasidis dejan mucho que desear.
Mi adicción me ha llevado a ser un infantil envidioso de mierda y un frustrado radical con acné para acabar convirtiéndome en un frikiblogger gafapasta. ¡Menuda aberración! Seguro que si no hubiera perdido el biberón todo esto no hubiera sucedido. Pero creo que aún puedo solucionarlo, mañana mismo le pido a los reyes un biberón compostelaniano de regalo. Con un poco de suerte no está todo perdido aunque va a ser jodido que lo encuentren.
Por cierto me está diciendo una vocecita por aquí detrás que tengo que hablar de la encuesta de @Alforfoncio de la semana pasada. Pues eso, como ya todos nos conocemos, ya habréis adivinado cuál ha sido la respuesta ganadora. Sí, con un 42,1% de los votos habéis escogido que el entretenimiento para los jugadores durante los descansos sea una absurda Concha Gigante parlante asustaniños. Impresionante. Hago pues desde aquí un llamamiento a todos los profesionales gráficos que nos siguen para que nos envíen sus modelos y propuestas, luego ya veremos su viabilidad (sed un poco respetuosos y al menos que se parezca a una concha de vieira). ¡Cread, huestes!, ¡Cread Compostelanismo!
Y no quiero despedirme sin antes recuperar la coherencia y animaros a ir este viernes a la Estrada. En su estadio municipal se enfrentarán el Compostela y el Pontevedra a las 18h por una buena causa.
Bienvenidos al maravilloso mundo de los Biberones Compostelanianos
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