El pasado domingo, el Compostela regresó a la senda de las derrotas después de una excelente racha de resultados, y lo hizo en un partido que, pese a dominar en posesión, demostró la inutilidad de tener el balón si no se sabe transformar ese control en ocasiones claras. El marcador final, 2-0 a favor de la Gimnástica de Torrelavega, y el mayor número de disparos a favor de los locales no dejan lugar a dudas: los de Permuy estuvieron muy lejos de competir por los puntos.
El partido, envuelto en un apagón informativo que bien podría calificarse de vergonzoso para la categoría, dejó a la afición compostelanista sin imágenes que analizar más allá de los que estuvieron presentes en El Malecón. Eso sí, las crónicas y estadísticas hablan de un Compostela que revivió vicios de inicio de temporada: incapacidad para mantener la portería a cero y una alarmante falta de generación de juego. Una combinación letal que dejó al equipo sin opciones en un encuentro que, para muchos, era una oportunidad de oro para consolidarse en la zona alta de la tabla.
Por supuesto, hay quien ya sospechaba que la visita a Torrelavega podía acabar en tragedia. Y no les faltaba razón, porque los dos goles encajados en El Helmántico hace dos semanas y el gol recibido la jornada pasada ante el Llanera, tras varias semanas con la portería imbatida, no eran precisamente señales de fortaleza defensiva. Todo apuntaba a una tendencia que, tristemente, acabó confirmándose.
Pero como siempre, no me quedaré en la superficie, toca analizar más a fondo los datos que disponemos. Entre ellos, uno curioso —y quizá preocupante— es que la única diferencia significativa en el once inicial de las últimas tres jornadas es la ausencia de Roque. Sí, un solo jugador no debería ser tan determinante en un colectivo bien trabajado, pero no podemos ignorar que desde su ausencia el equipo ha perdido solidez atrás. Y todo a pesar de su pifia en Extremadura. Más inquietante aún es comprobar que buena parte de los goles a favor del Compostela esta temporada los han firmado jugadores defensivos. ¿Qué implica esto? ¿Falta de puntería de los delanteros o, simplemente, un modelo de juego en el que la figura del ‘9’ carece prácticamente de relevancia?
Ah, y antes de que alguien me salte con críticas por cargar las tintas sobre los delanteros, aclaro: no estoy sugiriendo que los de arriba estén de vacaciones. Más bien me parece que el sistema de Permuy les relega a un papel secundario en términos de definición. Darío, Primo, Durán y tantos otros antes fueron pichcichis en el Compostela, este año un centrocampista, Samu, es quien va en cabeza gracias a su hat-trick en Carballo.
Dejando a un lado la autocrítica, también es justo dar mérito al rival. Los goles encajados en Torrelavega me parecen más fruto de aciertos de la Gimnástica que de errores groseros del Compostela. No todo es desastre propio; a veces, el rival también juega, y más cuando en el minuto 30 ya vas perdiendo 2-0.
Ahora bien, si miramos el panorama general, es difícil no detectar un patrón preocupante. Desde la marcha de Yago Iglesias, el Compostela parece estar atrapado en un bucle: cuando un entrenador empieza a buscar mayor creatividad ofensiva, el equipo comienza a deshilacharse atrás. Permuy no es una excepción, y su intento por mejorar al equipo hacia adelante ha reabierto viejas grietas en defensa. ¿Es esto culpa exclusiva del técnico? Quizá no, pero es un problema que debería estar sobre la mesa de análisis del club.
Con todo, no comparto el análisis de hablar de un "mal de alturas", como algunos sugieren. Más bien parece una ruptura en la fórmula que había llevado al equipo a esa racha positiva: la imbatibilidad. Curiosamente, cuando se dejó de priorizar el "no encajar", los resultados comenzaron a torcerse. Paradójico, sí, pero también predecible si miramos la trayectoria reciente de los entrenadores que han pasado por San Lázaro.
El frenazo es evidente. El Compostela, que parecía enfilado hacia el playoff, ahora se encuentra noveno con 21 puntos. No es una tragedia, pero tampoco es el lugar que la afición esperaba después de las ilusiones que había despertado el equipo en las últimas jornadas.
Y este fin de semana, llega el Ávila. Los castellano-leoneses, cuartos con 26 puntos, están consolidándose como un equipo sólido y regular, asentados en la zona de playoff desde prácticamente el inicio de la temporada. Fuera de casa, el Ávila no sabe lo que es empatar: o gana o pierde, sin medias tintas. Por su parte, el Compostela defiende una racha de cuatro victorias consecutivas en casa, una de las pocas fortalezas que mantiene de esa espléndida racha.
¿Será este partido la oportunidad para retomar la senda del triunfo? ¿O será el Ávila quien aproveche las dudas compostelanistas para seguir consolidándose? Lo que está claro es que los puntos aún no salvan vidas en la clasificación, pero pueden salvar la cabeza de algún entrenador. ¡Nos vemos el domingo en San Lázaro! ¡Hasta la próxima semana!!!
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